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Sbado, 14 de junio de 2025 Iniciar Sesin Suscrbase

Finlandia, 1939-40, fotografas de la Guerra de invierno o3v15

A finales de 1939, aprovechando el hecho de que el sorprendente pacto de no agresin suscrito con la Alemania de Hitler le dejaba las manos libres en el Bltico ms prximo a sus fronteras, el dictador Jos Stalin decidi, por un lado, apoderarse de las Repblicas de Estonia, Letonia y Lituania y, por otro, exigirle a Finlandia insoportables cesiones territoriales.

Objetivamente, la situacin en la que vinieron a encontrarse todos esos Estados era muy parecida: una desproporcin sideral de fuerzas y una derrota ms que segura si trataban de hacer frente a lo que inmediatamente amenazaba con venrseles encima, la invasin del Ejrcito Rojo. Sin embargo, mientras que estonios, letones y lituanos arriaban sus banderas sin disparar un slo tiro convencidos como estaban de que cualquier resistencia sera intil, los finlandeses reaccionaron alzando las espadas. Y, contra todo pronstico, el resultado fue muy distinto del que imaginaba Stalin. Pauprrimos en hombres, equipos y armas, pero buenos conocedores del suelo que pisaban y animados, adems, por un espritu indomable, los finlandeses le infligiran vergonzosas derrotas al Ejrcito Rojo antes de sucumbir.

Su gesta en la llamada Guerra de Invierno, emocion a prcticamente todo el mundo. Tambin a Alemania que no quiso reaccionar porque para Berln tener las manos libres en el Oeste y las espaldas guardadas en el Este, justificaba de sobra el asistir sin pestaear al sacrificio de este pueblo heroico. E igualmente a las potencias democrticas que se cruzaron de brazos debido a que, demasiado ocupadas en sus propios problemas blicos, no deseaban comprometer algunas divisiones en el auxilio de la lejana Finlandia.

En el ao 1993, gracias a la amabilidad de D. Carl Erik Smedslund, consejero de la Embajada de Finlandia en Madrid, recibimos unas fotografas que nunca antes fueron publicadas en Espaa. Rescatamos hoy en esta seccin las fotografas que fueron elegidas y publicadas en la Revista Defensa n 178:

Lnea de defensa principal finlandesa el 14 de diciembre de 1939, en el istmo de Carelia.

El 21 de octubre de 1939, mientras que las amenazas soviticas hacen presagiar lo peor una delegacin finlandesa viaja a Mosc con nimo conciliador aunque en modo alguno capitulacionista. Mientras el pas se moviliza. En los parques pblicos y en otros lugares se preparan refugios antiareos, muchas casas reciben sobre sus fachadas un refuerzo de sacos terreros, las organizaciones cvicas recogen toda suerte de elementos para reforzar el equipamiento de los soldados durante el invierno que se avecina, e incluso tiene lugar el 3 de noviembre, a beneficio de la Cruz Roja, un concierto al que asiste el jefe del Estado, Sr. Kallio, y quien es presidente, desde 1922, de la benfica institucin y que pronto asumir la jefatura del Ejrcito en guerra, el mariscal Mannerheim. 



Las conversaciones de Mosc han sido un fracaso ya que Stalin no cede un milmetro. El Ejrcito finlands, reforzado por el llamamiento de los reservistas y en virtud del estado de alea-defensa proclamado por el Gobierno, se ha puesto a punto mediante periodos de instruccin suplementarios en campo abierto. A punto en la preparacin sobre el terreno y en el plano moral ya que, salvo contadas excepciones, dispone de un material escaso, viejo y en ocasiones incluso francamente obsoleto. Stalin, que lo sabe, ordena pasar de las amenazas a los hechos y el 30 de noviembre, veinte ciudades son sin declaracin de guerra previa. Helsinki tiene que lamentar la destruccin de numerosos edificios, casi un centenar de muertos y alrededor de trescientos heridos. 

A base de golpes de mano y guerra de movimiento los finlandeses, sabiamente mandados por el mariscal Mannerheim, un antiguo y brillante oficial de la Caballera zarista, han detenido el avance de los rusos y creado una lnea de defensa principal en la regin de Summa, Carelia. La ayuda exterior sigue sin llegar y hay que echar mano constantemente de los recursos morales como en esta fotografa que presenta al pastor Antti J. Rantama dirigiendo el rezo en Koltanjoki, al Noroeste del lago Ladoga. Sin embargo, a Dios rogando y con el mazo dando. Tras l vemos al teniente Aarne Juutilainen, un veterano de la Legin Extranjera sa que supo aplicar lo aprendido en esta fuerza de lite, con singular provecho, contra los soviticos.

La poblacin finlandesa reacciona con disciplina y serenidad ante la guerra. Las fotografas tomadas en el interior de los refugios presentan a damas, jvenes y mayores, correctamente vestidas y con los sombreros puestos. Las calles son limpiadas de los escombros y restos de vehculos calcinados en tanto que muchas fachadas muestran las cicatrices de la metralla. Mientras, desde las reas ms prximas al teatro de operaciones, la poblacin civil es conducida en trineos hacia la retaguardia.

Ante su sorpresa el Ejrcito Rojo acumula, una tras otra, las derrotas. Ni su aplastante superioridad en efectivos humanos y materiales le salva. Tampoco el terror de sus generales a ser fusilados por Stalin. A caballo entre el ao que se despide y el que entra, la Divisin finlandesa cerca y aplasta a dos divisiones soviticas en las de Suomussalmi y de Raate. El botn acumulado es fantstico e incluye desde carros de combate a camiones de transporte, pasando por vehculos blindados y ms de dos centenares de caballos vivos. Stalin hace rodar cabezas, entre el Alto Mando de las fuerzas invasoras, y decide colocar a su frente a alguien de su absoluta confianza, el mariscal Vorochilov. 

Aunque momentneamente a salvo de la arremetida enemiga los finlandeses saben que precisan de una ayuda extranjera, al menos en medios materiales, para sobrevivir pero estos no llegan ni tan siquiera desde la vecina Suecia cuyo Gobierno saben que, si cae Finlandia, ellos sern el siguiente objetivo en el tablero expansionista del Kremlin. Aqu vemos a Saarijoki, a una decena de kilmetros de la frontera oriental, las avanzadillas del Ejrcito finlands observando las lneas enemigas.

La guerra est teniendo muy graves consecuencias para Finlandia que, con su reducido censo, no puede permitirse, como el enemigo, soportar tremendas prdidas humanas. As y todo la Guerra de Invierno le supondr 19.576 mortales bien en campaa o fallecidos en los hospitales a consecuencia de sus heridas. En Elimki el reportero ha impresionado para la historia el entierro de un joven hroe. Y algo curioso: las autoridades hicieron todo lo posible para que los cados reposasen en sus localidades natales, junto a sus antepasados, y no en cementerios de campaa, un detalle sobre la forma de ver la vida de los finlandeses.

Los rusos son gentes de tierras fras pero en ese dominio les ganaban los finlandeses, todava ms sufridos y experimentados que ellos en zonas tan duras como esta de Saija, Laponia, donde el 21 de febrero de 1940 los Ejrcitos contendientes se enfrentaron bajo unas condiciones climatolgicas extremas. Por cierto que la poblacin de Finlandia, formada desde hace siglos por finlandeses y suecos, forj la unin definitiva de esas dos ramas del ser nacional en la Guerra de Invierno, a la que unos y otros aportaron su esfuerzo y su sangre. 

Los trenes de caballos permitieron que la intendencia aprovisionase a los combatientes incluso en las regiones ms remotas, como los desiertos helados de la Carelia del Norte, escenario de rudos choques en marzo de 1940.

Al lado de la sovitica, la Aviacin finlandesa era puramente simblica. Pero, as y todo, contaba con pilotos de una extraordinaria vala que hicieron muy amargas las misiones de los incursores enemigos cobrndose, entre ellos, numerosas victorias. Este bombardero, con su reconocible estrella roja de cinco puntas, intent, y le sali relativamente bien, un aterrizaje de fortuna tras ser ametrallado en el aire.

Los servidores de una ametralladora montan la guardia durante el cerco de Lemetti, al Nordeste del Lago Ladoga. Aqu, una vez ms, el Ejrcito invasor fue destrozado acumulando los finlandeses grandes cantidades de material de guerra una parte del cual todava se encontraba en buen uso. 

La Guerra de Invierno y ms tarde la Guerra de Continuacin, es decir, la participacin de Finlandia en la SGM contra los soviticos, conoci a unas gentes memorables: las mujeres de la organizacin Lotta Svrd. Prestaron todo tipo de servicios, incluyendo la vigilancia area en el frente interior, y acompaaron a los soldados tambin en zonas de Muchas de ellas pagaron con la vida su total entrega a la defensa de su patria.

Helsinki ha tenido que tirar la toalla, al quedar sus fuerzas. El 19 de marzo de 1940 los rusos (con capotes claros) llegan a Tolvajrvi para las negociaciones fronterizas locales. La victoria, segn cifras oficiales dadas por el ministro de Asuntos Exteriores de la URSS, Molotov, les haba costado 48.745 muertos y 158.000 heridos, contra 24.000 muertos y 43.000 heridos del lado finlands.

Soldados soviticos, todava con el gorro caracterstico de los primeros das del rgimen leninista, se encuentra con sus enemigos finlandeses en Kuhmo, el 14 de marzo. Para llegar a este punto el Ejrcito Rojo, tras el nombramiento de Vorochitov, aument sus fuerzas en medio milln de hombres, dos mil carros y ochocientos aviones. Frente a ese despliegue Finlandia, que ya haba agotado cuanto tena, hubo de renunciar a seguir combatiendo.

El jefe supremo de la Guerra de Invierno, el mariscal Mannerheim, aqu, a la derecha, el da en el que le fue impuesta la Medalla de la Libertad de 1 Clase, con roseta. Junto a l vemos al teniente general Erik Heinrichs, al ministro de Defensa Rudolf Walden y al primer ministro Risto Ryti, Mannerheim an volver a mandar a los finlandeses durante la Guerra de Continuidad de 1941-44 que, como el anterior episodio blico, acab en derrota. Su figura histrica es hoy venerada por los finlandeses que saben de su patriotismo y entrega total a los intereses de un pequeo pueblo que tuvo la desgracia de encontrarse situado junto a un muy peligroso y descomunal vecino.

En virtud de las clusulas de paz, las tropas y la poblacin civil finlandesas evacuan, antes de que caiga la noche del 26 de marzo, los territorios que se han visto obligados a ceder. Diez das solamente se dieron para la evacuacin del territorio de Hanko, cedidos estos en arrendamiento. Desde aqu y desde las zonas de Carelia perdidas para siempre, columnas de civiles marchan hacia el otro lado de las nuevas fronteras. Se llevan consigo cuanto pueden: desde animales domsticos a muebles y enseres. Todos antes de salir, se han despedido de las tumbas de los suyos entre las que figuran, con la tierra aun recientemente removida, la de los soldados cados en combate.


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